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miércoles, 31 de diciembre de 2008

Lecturas reunidas I: El caso de la viuda negra-Drácula


Queridos contribuyentes y seguidores de este blog: tal y como propusimos, ya me he leído las dos novelas. Anoche, a eso de la una y media (hora bastante adecudada), terminé Drácula. El libro de Tristante lo leí antes, de manera que, cuando ustedes terminen, podemos empezar los comentarios.

De El caso de la viuda negra hice una entrada en mi blog, así que escribiré sólo un poco sobre la novela de Bram Stoker, porque lo mejor será ir construyendo esta entrada entre todos. Lo primero que me gustaría decir es que el formato que el autor escogió, esto es, a base de diarios, cartas, telegramas, etc., me parece bastante acertado, porque son los protagonistas los que nos van narrando la historia, cada uno con su punto de vista, además de hacer la lectura más amena. Es cierto que no todos escriben, pero los más importantes o los que tienen algo que aportar sí. La parte más interesante para mí ha sido la última, la de la persecución de Drácula hasta su castillo, porque te da la sensación de que nunca van a llegar para acabar con él. La más pesada me pareció la del principio, hasta que Harker ya se va dando cuenta de que el Conde no es lo que parece; ahí es cuando se pone interesante. En cuanto a los personajes, el de Mina, que al principio parece que no va a tener importancia, se revela como el esencial de todos ellos y Stoker lo dota de ciertas esencias masculinas, a las que hace mucha referencia a través del resto de protagonistas, como cuando dicen, por ejemplo, que parece tener el cerebro de un hombre. La valentía y la decisión de Mina la convierten en la heroína por excelencia del libro, mientras que Lucy es sólo una víctima más del Conde, por lo que es un personaje "más femenino", si se me permite la expresión.

Un apunte: es cierto que la versión cinematrográfica que hizo Coppola es muy personal, pero es la que más se parece a la novela en bastantes episodios. El que más me impresionó es el del encuentro de Jonathan Harker con las tres vampiras... muy erótico, ¿no?

Me gustaría que los demás contribuyesen a ampliar este pequeño comentario.

(Nota: la foto que acompaña esta entrada es de la versión que he leído. Muy recomendable, porque lleva muchas notas aclaratorias, final alternativo del autor, etc).

viernes, 12 de diciembre de 2008

Las novelas de Benjamin Black


Estas dos buenas novelas negras tienen un autor de excepción, el irlandés John Banville que para la ocasión escribe bajo un sugerente pseudónimo, Benjamin Black. Es como si este autor de reconocido prestigio no pudiera cultivar este género, dando la razón a los que subestiman la novela de entretenimiento, como nos decía en la entrada anterior Pedro de Paz. Aunque si observamos la cubierta de la editorial Alfaguara lo que nos atrae precisamente es eso, alguien que escribe bajo un pseudónimo cuyo apellido lleva la palabra black, negro, además de la buena fotografía con atmósfera años cincuenta que la ilustra.

Ambas son novelas de espíritu irlandés impregnadas de un aire de tristeza, de esos que se pega a la ropa y no se va, pero no como el humo de cigarrillos sino como el humo de un buen habano. También tiene sabor a viejo, a madera vetusta, a whisky de malta de varios años. No las protagoniza un policía o un detective de esos que portan siempre una Beretta, sino un forense, Quirke, que trabaja con unas técnicas muy lejanas a los CSIs o a los ADNs, aunque eso es lo de menos. Un hombre dominado por el alcohol, por los fantasmas del pasado, por la culpa. No es perfecto como tampoco lo son el resto de personajes que van apareciendo en la novela, que ocultan pasados poco transparentes y trapos sucios.

En El secreto de Christine el lector va descubriendo lo que hay detrás de las apariencias, el carácter verdadero de los personajes. Tiene un factor sorpresa mayor que El otro nombre de Laura. Yo las leí en dos veranos diferentes, la segunda este mismo verano de 2008. Fue un placer retomar de nuevo al personaje de Quirke, que vuelve a aparecer, si cabe, más entristecido y atormentado. En ambas siempre hay una víctima de la que nadie parece preocuparse demasiado pero que atrae poderosamente la curiosidad del médico que no se limita a diseccionar cuerpos sino que se pregunta qué hay detrás de esas muertes. Así, el protagonista aunque no sea perfecto, atrae las simpatías del lector, porque es el único que parece buscar cierta justicia aunque a veces esta búsqueda pueda volverse contra sí mismo y contra los suyos.

Es literatura de excepción muy recomendable para estos últimos días de otoño de sofás y mesas de camilla.

viernes, 5 de diciembre de 2008

It (Eso)


Con este libro me inicié en el mundo de la lectura en plan "libro gordo y sin dibujos". Se lo habían dejado a una de mis hermanas y una tarde, mientras intentaba estudiar latín, empecé a leerlo. Ya saben que cuando más tiene uno que estudiar, más abierta tiene la mente para todo menos para la obligación. Me quedé enganchada con el comienzo, con la muerte del pequeño Georgie y esa voz que salía de las alcantarillas y que decía "Flotan. Y tú también flotarás, Georgie". Qué miedo pasé leyendo algunos pasajes, como aquél en el que Bev oye la misma voz en el desagüe del lavabo y todo está lleno de sangre, mientras que su padre no ve nada. Lo más aburrido solían ser los interludios, pero la historia de los protagonistas cuando son niños me encantó. Por aquella época yo estaba en 2º de BUP, mi peor año en algunos aspectos, y me identifiqué con ese grupo de marginados que se unen para luchar contra esa cosa que mata a través de los miedos que cada uno tenemos. Esa idea me pareció muy original: morir a manos de las cosas que nos aterrorizan. Para variar, también dibujé a los personajes, un poco más mayores porque los imaginaba de mi edad, pero no me quedaron mal. Aún recuerdo como a Stan "el galán", al que le gustaban los pájaros, lo imaginaba como a un compañero que tuve en 1º, el Lapaz, ja, ja. Cosas que se le ocurrían a una. Cada uno tenía su característica propia: el tartamudeo de Bill, la gracia de Richie, la elegancia de Stan, la dura vida de Bev y su puntería con el tirachinas, el complejo por su físico de Ben, el asma de Eddie, el rechazo que sufre Mike por ser negro... Sus historias personales les unirán para que, dentro de sus posibilidades, luchen contra eso cuando son niños. Pero años después tendrán que volver a encontrarse para terminar una tarea que dejaron a medio. Comprobarán que ya no son los mismos que entonces, pero será necesario recordar para derrotar al mal.

De Stephen King no he leído nada más, sólo El talismán, escrita en colaboración con Peter Straub, una novela a la que me gustaría volver, porque también me dejó muy buen sabor de boca. Ya apuntó don Antonio en su blog que se estaba proyectando una película, y nos ofreció una especie de primicia que tenía muy buena pinta. Pero a lo que quería ir: el propio King ha dicho de sí mismo que él es a la literatura lo que una hamburguesa a la gastronomía, pero cuando quiere hace cosas muy buenas. Ahí está, por ejemplo, esa maravillosa historia que es La milla verde, que sólo conozco por la película, pero que me hace llorar a moco tendido cada vez que la veo. O la sencillez de Cuenta conmigo, donde de nuevo aparecen los niños y su mundo tratados de esa manera tan nostálgica, como en It.

Supongo que sabrán que se hizo una especie de miniserie basada en la novela, con muy buenas intenciones, pero bastante fallida. En general, pocas son las adaptaciones de cierto nivel que se han hecho de sus novelas: las ya citadas La milla verde y Cuenta conmigo, Carrie, La zona muerta, Misery, y no sé si Corazones en la Atlántida está mejor o peor. Hay muchísimas más, pero ya se me escapan, así que emplazo a don Antonio a que complete el listado. Eso sí, espero que hagan un peliculón con El talismán.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Frankenstein o el moderno Prometeo





Novelón donde los haya, surgido casi por pura diversión una noche tormentosa y convertido en un mito de la literatura gótica. Mary Shelley se desvela como una escritora de primera categoría en este género, mezclando el terror con el amor y la investigación científica. No la tengo demasiado fresca, pero me enganchó desde el principio y me sorprendió gratamente, porque tiene todo lo bueno de un clásico y, a la vez, es muy moderna.

El mal llamado monstruo de Frankenstein fue un personaje novedoso, aunque nacido de la vieja idea del hombre que quiere jugar a ser Dios. La novela tiene una gran actualidad ahora que la ciencia domina nuestras vidas en todos los ámbitos, incluida la creación de la misma y la manipulación genética.

Me resultó curioso ver cómo el tiempo ha hecho desaparecer al protagonista que le dio el título al libro, el doctor Frankenstein, y es su creación la que ha pasado a la historia robándole el nombre. Pero vayamos a lo que nos interesa. El planteamiento de la historia es sencillo: un personaje atormentado, perdido en medio del hielo polar, cuenta su historia al capitán de un barco que ha encallado. Vemos en su narración que todo lo que le ha movido en su vida es la investigación científica bajo la influencia del trauma de haber perdido a su madre. Los estudios de medicina y los adelantos de la electricidad le van dando las claves para la creación de nueva vida. Su mundo se va cerrando en torno a la obsesión por la ciencia, mientras que va perdiendo la oportunidad de ser feliz junto a una mujer que lo ama. El éxito que consigue se convertirá en su penitencia por haber querido ser Dios y, como Prometeo, sufrirá el castigo (casi) divino.

Desde luego, la versión para el cine más conocida es la protagonizada por Boris Karloff y dirigida por James Whale, y es de las mejores (esa ternura con el ciego o con la niña son inolvidables). Además, aprovecharon el tirón para seguir adaptando la novela en la secuela La novia de Frankenstein. Tanto el maquillaje del monstruo como el de la novia (Elsa Lanchester) han creado escuela. Luego vino ese Young Frankenstein de Mel Brooks que tiene su gracia, la verdad. Y remató la faena Kenneth Branagh; y digo remató porque, si bien es fidelísimo a la novela, me pareció un exceso por todos lados: movimientos de cámara, música, abdominales del protagonista, etc. Fue por esa época en la que, a la luz del Bram Stoker's Dracula, todo el mundo se apuntó a poner en el titulito de la película el nombre del autor del libro en el que se basaba, como para darle más "veracidad" a la adaptación. Así, Branagh filmó su Mary Shelley's Frankenstein. Y hasta se hizo una Louise May Alcott's Little Women. Cuánta chorrada.

Sólo añadir que Frankenstein, a diferencia de Drácula, nunca me dio miedo, sino pena. El pobre quiere ser aceptado y, al no conseguirlo, exige una compañera que lo quiera para vivir con ella. Es el drama del diferente, siempre es rechazado por la masa.

Desde aquí les animo a que completen este somero análisis porque, insisto, hace mucho que la leí. Si ven algo que no es correcto, no duden en apuntarlo.